Obra
Paloma Torres. Trayectos, contrastes, contiguedades.
Teresa del Conde
1.- Conviene echar un vistazo al currículo de Paloma Torres , es una artista cuya formación en la ENAP se llevó a cabo mediante la práctica de todas las disciplinas plásticas, aunque prestó específica atención al grabado Tenaz y obsesionada por perfeccionar sus aprendizajes –inclusive ahora mantiene esa tónica- se tituló y se adhirió a maestros como Nunik Sauret y Carlos García Estrada. Más adelante permaneció una temporada en el afamadísimo taller de Stanley William Hayter en París , así como en la Escuela del Louvre, que es una escuela práctica en el sentido en que se cursan materias de historia y teoría del arte delante de las innumerables creaciones de todas las épocas integradas a ese riquísimo acervo inaprensible en su totalidad. Mas adelante realizó una estancia, que le fue definitiva con el canadiense René Derouin , ceramista, escultor y arquitecto que ha hecho de la itinerancia uno de los principales factores de su trayectoria: ha recorrido toda América y ha visitado nuestro país en varias ocasiones, una de ellas , no la primera, durante el temblor de 1985. Su más reciente visita tuvo como motivo la inauguración de su exposición Identidad, migración y mestizaje en el Foro Universal de las culturas en Monterrey. Su participación , inaugurada en Septiembre de 2007 en el Parque Fundidora fue muy aclamada.
Paloma reconoce la importancia que tuvo para ella tal encuentro, y el aprendizaje que de allí derivó, pero de ello no es posible deducir que se encuentre influída por el maestro de Québec, aunque el hecho de que Derouin haya construido su habitat “con sus propias manos”, como si fuera un arquitecto vernáculo, debe haberla impresionado de manera rotunda.
Muy viajada, casi se diría que peripatética, Paloma ha exhibido en ciudades de todas latitudes, visitado muchas regiones y trabajado in situ en talleres de muy diversa índole. Recientemente estuvo en el Fuping Pottery Art Village en Shaanxi, China, donde compartió experiencias por espacio de dos meses con otros 25 colegas de diferentes nacionalidades. Anteriormente había tomado contacto con grabadores japoneses como Toshi Yoshida, quien representa el punto final a del período Shing Hange (New Prints) caracterizado por mantener en cierta medida la tradición, pero amalgamando elementos occidentales que fueron propios del Impresionismo, corriente que a su vez se inspiró en la estampa japonesa de la segunda mitad del siglo XIX. Toshida, que también estuvo en México, viró hacia el grabado abstracto de carácter informalista durante la última etapa de su vida.
Comento esto porque todas las incursiones de Paloma Torres en el terreno del grabado, le han sido fundamentales para trasportar sus formulaciones al volumen. Pero hay algo más que me resulta necesario mencionar. Al ser hija del arquitecto Ramón Torres se nutrió desde la infancia de elementos constructivos : emparrillados, hiladas, mochetas, pilotes, trabas, sillares, por no hablar de maquetas, planos , levantamientos y perspectivas isométricas. Absorbió diseño arquitectónico desde el jardín de niños.
Lo que podría denominarse su pasión artesanal –que es propia de artistas tan connotados como Francisco Toledo- la llevó a la cerámica, pero no a la cerámica objetual o de receptáculo de la que tan excelsos ejemplos nos ha deparado Gustavo Pérez, casi sinónimo de la perfección en este oficio, sino de otro tipo de quehacer , vinculado, como he dejado entrever, a elementos constructivos que asumen papel de esculturas en cerámica, si bien es cierto que si fuera posible construír una mini-ciudad habitable en cerámica, intuyo que ella se abocaría al reto, o al menos así lo ilustra el título de una de sus obras recientes: Estructura de ciudad.
Hace poco declaró que le interesan “los huesos de los edificios”, es decir, el esqueleto de la construcción.[3] En tal declaración priva simultáneamente una visión ecológica de los ambientes, de los bosques de concreto contemporáneos que no han de desaparecer, pero que los artistas suelen dotar de ciertos elementos capaces de convertirlos en ámbitos mejores. Una de las más recientes obras públicas de la artista que comento es una fuente ubicada en lujoso hotel de la Rivera Maya.
2.- Siempre me ha parecido por lo menos curioso, que los artículos o tratados en inglés sobre cerámica se encuentren dentro del término Pottery, que deriva de Pot, uno de cuyos significados es olla o tiesto. De aquí derivó el hecho de que al alfarero se le conozca como potter. El término griego: keramis designa no sólo objetos de cerámica como vasos y vasijas, sino igualmente tejas, cubiertas, tejados y hasta prisiones, aunque la palabra griega también tiene su sinónimo en el término arcilla. Uno de los más bellos sitios de Atenas es el Keramicus , aquel museo de escultura funeraria que antes fue prisión, de donde tomó el nombre.
Cuando un ceramista es autor, y Paloma Torres desde luego que lo es, como también quienes han integrado en ciertos momentos un grupo que la incluye, no sólo suele heredar una, sino varias tradiciones y ella las asume todas, si bien su producción no es utilitaria. Repetidas veces se ha dicho que el mejor ceramista de México (el más perfecto en la cerámica objeto , diría yo) es el ya mencionado Gustavo Pérez que sí ha realizado objetos utilitarios, aunque sus felices poseedores ya no los emplean en ese sentido porque sus piezas sobrepasan las posibles funciones cotidianas , como lo reveló una de sus más recientes exposiciones: Mirada retrospectiva presentada en el Museo Franz Mayer en 2005.
Se me impone la necesidad de decir que la tónica de Paloma Torres puede representar moción opuesta a la de Gustavo Pérez, pero mi aseveración no es tan cierta, pese a que las intenciones de uno y otra impliquen contraste . Conviene recordar que hay cuestiones en la cerámica que le son implícitas: la reiteración de un mismo módulo, el juego de luces y sombras, la sensual sinuosidad que con frecuencia las piezas ofrecen. Alguien dijo en cierta ocasión que la cerámica tiene algo de arqueológico y desde luego que eso es cierto. En los enterramientos de una gran diversidad de latitudes, empezando por la nuestra, siempre hay piezas de cerámica, como las hubo también en Micenas y Tirinto. Lo que puede decirse con certeza es que todos los artistas que trabajan en cerámica aman profundamente su material, creo que lo aman sobre todas las cosas, tal y como me confesó en una ocasión otro ceramista escultor: Adán Paredes. Esto sucede sea o no que combinen el barro, como ocurre con Paloma Torres, con el bronce o con otros materiales, la madera, el cobre, etc. Tal vez esto que digo se inserte en el terreno del inconsciente colectivo: el modelar con el barro es ancestral y las primeras piezas de barro que adquirieron consistencia se secaron al sol, antes de que Prometeo trajera al mundo el fuego con el que empezaron a cocerse. Tal vez por eso una de las novelas contemporáneas más leídas, La caverna de José Saramago, tiene como punto central una antigua factoría de cerámica a la que sus poseedores se sienten atados de por vida. El tema es una metáfora que retrotrae, como el título lo indica, a las cavernas de Platón. La descripción del horno y del cocimiento revela por parte del famoso autor portugués, un contacto cercano con lo que describe, cosa que se explica por la gran cantidad y calidad de producción en tilos y mosaicos propia de ese país desde remotas épocas.
Paloma Torres tiene su horno. Su taller, como el que le sirve a Saramago de modelo, es auto-suficiente. No me inmiscuyo en las características que el producto asume al ser cocido a determinados grados de temperatura, pero ella, con paciencia, me explicó el hecho reafirmándome acerca de una característica que es propia del procedimiento. Bien a bien, no se sabe exactamente lo que va a pasar, porque además de que el barro se enjuta al ser sometido al cocimiento, el color natural de la arcilla cambia, como igualmente cambian los colores aplicados. Paloma se vale de tonalidades naturales, pero ni aún éstas conservan el mismo valor o saturación cromática una vez que salen del horno.
3.- Paloma ha formado grupo con Maribel Portela, Miriam Medrés, Marco Vargas, Gerardo Azcúnaga y Javier Marín. Todos ellos son escultores en cerámica, con lenguajes y propuestas muy distintos entre sí. Tuve la fortuna de colaborar en la exposición Terra Incognita que los presentó en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey y en el Museo de Arte Moderno en 1992, época en la que yo dirigía este último. Diez años después los mismos artistas expusieron en una explanada que dio ingreso a las salas del Museo de Antropología. Esta muestra, que resultó exitosa y muy visitada, fue acompañada de la presentación de un libro que correspondió a sus respectivos trabajos.
En diversas ocasiones Paloma volvió a integrarse con éstos y otros compañeros en muestras colectivas, pero desde hace algún tiempo cada uno de los que inicialmente se presentaron en grupo, ha optado por vías distintas, sea en exposiciones que han tenido lugar en galerías que en sitios públicos o museos.
A través de innumerables investigaciones que tienen como punto de partida el nacimiento y la evolución de las formas, sabemos que es a partir de éstas y en incesantes asociaciones combinatorias, que los artistas arman sus vocabularios, mismos que rara vez suelen fijarse de una vez por todas. La experimentación, las vivencias, el medio ambiente, la confrontación con las artes del presente y del pasado, determina contínuas evoluciones por más que en la mayoría de los casos sea posible detectar en todo momento ciertas constantes a través de las variantes que ofrecen. Y si esto es propio de todas las artes, la cerámica –dada su índole- no sólo lo ejemplifica, sino que le es inherente porque sus exigencias son mayormente determinantes que las que supone –por ejemplo- la pintura al óleo o aún el tapiz.
Paloma Torres ha dicho que su obra corresponde a la geometría emocional. Veamos un poco lo que este término en su caso significa. Geometría desde luego que hay, no geometría euclidiana, pero espacios que se unen o separan por medio de coordenadas. Una geometría blanda, suave, no propiamente la geometría sensivel del extinto crítico de arte brasileño Roberto Pontual, término con el que acuñó diversas manifestaciones abstractas latinoamericanas que no se adhirieron , por ejemplo, al neoplasticismo de Mondrian o más tarde a la estricta geometría de Josef Albers. Más que sensible, es una geometría muy libre, tocada por impulsos líricos. Así es la geometría emocional (casi pulsional, diría yo) de Paloma Torres: tiene que ver con lo primitivo, con lo artesanal: incluso con la biscochería, con el alma arcaica de la arquitectura , con el arte de las vanguardias y con las impresiones de momento. Por eso en esta ocasión exhibe por primera vez fotografías de su autoría tomadas (me lo dijo con un cierto orgullo) con una Canon de ocho pixeles. Son fotografías profesionales, producto de paseos a pie por el ya famoso “segundo piso” del distribuidor vial, tema que dio lugar a un reportaje cinematográfico.
Entre las ballenas,. bloques de concreto, varillas, palas, gruas, alambrones, discurrió por una sección limitada, la que queda vecina a su taller e hizo hermosas tomas con el deseo, según aseveró, de utilizarlas como puntos de referencia. Pero la estética de estos trabajos es la propia de la fotografía, el desorden “ordenado” ,resultado de su propio encuadre, es producto de una visión que trasciende el carácter testimonial de las tomas, a lo que se añade la iluminación, la contaminación atmosférica que coadyuva a matizarlas, la condición climática y la hora del día en que fueron efectuadas. Se trata de algo similar a lo que hace el pintor José Castro Leñero, con la diferencia de que él toma imágenes que después digitaliza y manipula para aumentar su propio acervo urbano en tanto que Paloma Torres desde los inicios de su actividad fotográfica parece hacerlo con la intención de unir opuestos, de proponer similitudes o de dotar de cierta entropía a sus composiciones. Los elementos jamás son traspuestos tal cual, no existe actitud mimética entre las fotografías y las obras volumétricas, sin embargo las evocaciones allí están.
4.- No hay palabras capaces de describir, a modo como lo hacían las ekphrasis del pasado, la apariencia de estas piezas, ni en realidad la de cualquier obra de arte, a menos que sea figurativa y que quien lo hace sea iconografista consumado, por eso es mejor opción acudir a su reproducción en imágenes aunque ya esto supone, como advirtió Walter Benjamín, una alteración, de modo que en este como en otros casos lo óptimo es enfrentarse con ellas directamente. Así y todo propondré por escrito lo que yo percibí y asocié, en un sentido meramente formal, al observar sus piezas , en el entendido de que otro autor lo haría de manera diferente, porque las formas, como asentó de una vez por todas Henry Focillon, tienen una vida propia.
Horizontes sostenidos II consiste en relieves que integran un friso. A mí me sugieren la presencia de los triglifos en los frisos dóricos de la arquitectura griega, pero sometidos a curvaturas tal y como si se les viera a través de una mirada desenfocada o de un espejo cóncavo que eliminara los estrictos intervalos.
Estructura de ciudad obedece a su título: se percibe como un plano en picada, tal que si sugiriera la visión de las parcelas desde un avión . En cambio Fragmento de ciudad ostenta escaleras que conducen a posibles niveles , es un relieve “neomanierista” porque las escaleras en realidad no llevan a ninguna parte, como sucede en ciertas construcciones fantasiosas del manierismo italiano.
Muy distinto es otro fragmento de ciudad pareado en el que las bandas (engobes) se presentan de dimensiones diferentes y encimadas.
Paisaje con música es capaz de metaforizar un arpegio. El alambre de fierro incurre con insistencia provocando contraste drástico con la delicadeza y pristinidad del barro blanquecino, en cambio por Cielo fragmentado, integrado de dos paneles dobles, corren en ritmo paralelo unas bandas irregulares y la idea de fragmentación se acentúa en el segundo panel, como si en este, un imaginario cielo se poblara intempestivamente de cirrus.
Maquetas 2004 tiene configuración muy distinta, incluso por el color del barro. Se antoja que puede ser, tal y como el nombre indica, construcción preparatoria para unos obeliscos (ella los llama “totems”) que marcaran el ingreso a una ciudad egipcia o sudafricana, inclusive debido a la modalidad ornamental que puebla sus superficies. En cambio Arrastrando por el cielo (es mejor denominarla Arrastrar por el cielo debido a la incomodidad que produce el gerundio en primer término) posee un movimiento virtual, casi Op, debido a la varilla de latón y a la acuciosa repetición de elementos . Huecos y vanos, como en una antigua celosía arman esta composición, muy distinta de Dentro de Anzú II guardada por una malla de bronce y con esos achurados que la autora practica con los dedos . Esta pieza, desde mi punto de vista, marca un cambio con un período anterior , pero el protagonismo de las varillas adquiere importancia mayor en Relieve edificios 2000.
Tótem y vegetación urbana , al cambiar de color sugiere algo completamente distinto: el haz que integra la columna de 2.35 m. va generando un éntasis a partir de los tambores perfectamente ajustados.
Ya se entiende que a Paloma Torres las columnas le han sido emblemáticas. Hay una que parece la metamorfosis de un cactus y hay otras cuyos chipotes parecen pezones, como los de la Diana de Efeso, en cambio por otra columna discurre pintada una elegante espiral rojiza que la recorre, como si fuera una serpiente coralillo que circundara el fuste.
Hay columnas que son más bien pilastras y sus secciones van divididas por color, se combinan con el bronce que las penetra y parten de unas pequeñas bases. Por contraste las denominadas Columnas con paisaje me recuerdan en demasía las secciones de las columnas estípite y en contraste con las que poseen tónica ultramoderna y hasta minimalista, éstas rinden su pleitesía al barroco. Un Tótem nocturno ostenta el mismo color del barro sin cocer , cosa que la autora logró a partir de la pintura casi negra a primera vista, pero con efecto de rojo óxido con la que lo recubrió antes del cocimiento. Es un Tótem robusto, bien plantado , como las calizas columnas del templo de Poseidón en Paestum. Un Tótem más, El cielo rojo tiene forma de botella y se antoja teñida con vino tinto.
Los discos de perfiles abultados circundan un conjunto de seis columnas , mientras que Instalación urbana 2007, concebida como una sóla pieza que integra columnas delgadísimas con espigas de bronce, está planteada para deambular por ella.
Entre las piezas más recientes se observa un cambio: la ornamentación tiende a desaparecer y el cuerpo de la pieza rehuye cualquier reiteración o ritmo simétrico, la sencillez que parece presidir a algunas de ellas es engañosa, inclusive si se trata de piezas intimistas de pequeñas dimensiones en tanto que las obras de mayor tamaño, con sus estrechamientos y ensanchamientos sabiamente distribuidos, no dejan de aludir a la corporeidad: habría cuerpos femeninos y masculinos convertidos en formas abstractas que podrían tomar el papel de cariátides o hermas contemporáneas.
5.- No pretendo concluir aludiendo al posmodernismo escultórico de Paloma Torres, su arsenal ciertamente es variado y amplio, como el que Charles Jencks supuso en los arquitectos y escultores posmodernos, pero esa denominación de tan gastada ya dice poco.
En todo caso sus modalidades pueden, o no, apartarse de los modernismos tradicionales. Según mi criterio más bien asimila de ellos lo que le parece empático con sus quehaceres y los combina a través de una lógica que no señala la marginalización de ningún estilo. En todas formas, Paloma Torres, al igual que otros artistas, lucha por dar significado a sus experiencias y es la experiencia de dar cuerpo a algo que antes no estaba a partir de la arena y en su caso del bronce, el tributo que ella rinde tanto a la naturaleza como a los productos , no necesariamente artísticos o bien no realizados con intenciones artísticas, creados por seres humanos que se remontan desde un pasado muy remoto hasta el día de hoy., cuando “el segundo piso” ya necesitaría restauro.