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Las cimbras para el alma de Paloma Torres

Luis Ignacio Sáinz.

En los tormentos del intelecto hay una decencia que difícilmente encontraríamos en los del corazón. El escepticismo es la elegancia de la ansiedad.

 

M. Cioran: Silogismos de la amargura (1952)[1].

 

Paloma Torres[2], ser envolvente y expansivo que encuentra su racionalidad sensible en sus prácticas y partos, renuncia a la afectación, tutela un automatismo generativo, capaz de moverse de fuera hacia dentro y, en la reciprocidad del periplo, de un núcleo imantado rumbo a la diáspora de sus elementos troncales: huesos, cimbras, estructuras, chasises, osamentas, bastidores, soportes, esqueletos y armazones. Esta resignificación de la materia deviene el ritmo y la cadencia de un proceso que, simultáneamente, vertebra análisis, conceptualización, fábrica. Así, lo estratégico reside en el movimiento que termina por alumbrar objetos-escenarios-marcadores. El acento, entonces, reposa en el pensar y postular las condiciones de posibilidad de un espacio personalizado, de una aprehensión del contexto, de una subjetivación del paisaje. En fin, recuperación de la physis (φύσις) de segundo grado: elementos y técnicas naturales y de la naturaleza que se fusionan, traslapan, mutan, con factores y mecanismos tecnológicos, convidando sus peculiaridades expresivas, justo, en la renovación de las tradiciones constructivas, sin que cuente en lo más mínimo su origen histórico y geocultural.

Lógica compositiva que desdeña, además, las dimensiones de las obras o, mejor aún, se concentra en los formatos públicos, concibiendo las escalas menores en calidad de maquetas y bocetería: ejercicios preformativos. Este modo de percibir lo real en la diversidad de sus manifestaciones, incluye su afición primigenia por la pintura, hoy día poco frecuentada, y su entrega absoluta por cualesquiera de las modalidades de la estampa y la impresión. Aunque se trate de grabados en miniatura, su aliento es descomunal, exigiendo amplitud, profundidad y ese no sé qué capaz de donarles un aire categórico y rotundo, que rehúye las preguntas y nos seduce, en la etiqueta de los deseos cumplidos, con su noción concreta de gozos y placeres. Ferocidad apolínea que se entrega sin reservas a las tentaciones propias del dibujo a mano alzada.

El discurso de la artista se arropa en la inteligencia que demanda su misma enunciación. Lo asume sin sentimentalismos, como sentencia Cioran, el iluminado que arremete contra los extremos del ser: la distancia de la mente, la invasión de la emoción. En ese punto medio se ubican sus planteamientos formales, matéricos; de allí su preocupación por el uso social, la suavidad de su inserción urbana, la resistencia al artificio. Baste evocar Construyendo la lluvia (2015; Canary Wharf, Londres; Año dual México-Reino Unido), volumen casi transparente de 3 por 5 metros y 3 toneladas de peso, que en palabras de su autora: “Es una pieza utilitaria que une la naturaleza y la ciudad. Pongo una nube hecha de malla de bronce sostenida por un andamio para que la gente se siente en él y habite el entorno. No es sólo un objeto de exhibición, sino pensé que debía ser algo que la gente usara”[3]. Tras seis meses de intenso trabajo se cumplió el aforismo maquiavélico: “La fortuna brinda la ocasión, pero sólo la virtud la aprovecha”.

A esta estirpe pertenecen las tres piezas en bronce y malla de la instalación UNAM Hoy, flotadas en el cubo de luz-escalera de una construcción novohispana del Centro Histórico (Edificio sede del PUEC: Programa de Estudios Universitarios sobre la Ciudad; Moneda esquina Seminario, antes Arzobispado con San Sebastián), donde se levantó en el esplendor mexica la pirámide de Tezcatlipoca, cuyo basamento se asoma a través de una ventana arqueológica y hace las veces de último soporte virtual de los canutillos-abalorios en levitación, transparentes delirios armados con algo más que paciencia: belleza.

Luego entonces, siendo la suya una gramática en espera y búsqueda de diálogo con sujetos cotidianos, se comprende su estrecho vínculo con la arquitectura, entendida ésta en tanto acotamiento espacial de necesidades humanas: alojamiento, tránsito, molicie, trabajo, servicio. Convivencia tersa con los restiradores y los planos, los modelos y los bosquejos, los levantamientos del terreno y la supervisión de las construcciones, la convivencia con proyectistas, albañiles y un sinfín de profesionales asociados: plomeros, electricistas, herreros, carpinteros, azulejeros, yeseros y pintores. El dicho popular acierta: “Hija de tigre, pintita”. Nuestra hacedora de universos fantásticos es digna heredera del arquitecto Ramón Torres[4], faro de lo mejor de nuestro patrimonio edificado de la segunda mitad del siglo XX. Paloma Torres es una forjadora in extremis de sus propias empresas, vuelos de la imaginación, que demandan su comparecencia en el cumplimiento de las faenas y los trajines del taller. Mártir de la sensatez de los antiguos: saber hacer las cosas; y por ello capaz de sujetarse al refrán “A dios rogando y con el mazo dando”.

Sin prejuicios, la seduce la circunstancia física y/o simbólica donde se insertan sus realidades vicarias. La falsa celosía Chalchihuites (2012; Zona Arqueológica de Tlatelolco, DF), adosada a muro y sin capilaridad, advierte el misterio sobreviviente del mundo prehispánico con sus 3 por 21 metros, umbral que nos prepara para una isóptica única, la Plaza de las Tres Culturas, que integra los despojos deslumbrantes de la ciudad rival-espejo de Tenochtitlan; el exconvento de Santiago Tlatelolco asentado en los vestigios del Colegio de la Santa Cruz, primera institución académica hispánica en el Continente, sede de los informantes de Sahagún y sitio donde se compilaran los Huehuetlatolli; el antiguo edificio de la Cancillería, proyecto de Rafael Mijares y coordinación de Pedro Ramírez Vázquez (1966); y el homenaje a Le Corbusier llamado Conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco de Mario Pani Darqui y Luis Ramos Cunningham (1964). La piedra verde semipreciosa (chalchíhuitl) metamorfoseada en acero al carbón, grisáceo, en una combinatoria de distintos tamaños, que mantiene una de sus modalidades más usadas, la del disco que consigna el alto rango social de quien lo porta como alhaja en collar o dije y que los antiguos mexicanos ofrecían devocionalmente a los dioses. La voluptuosidad del origen, belleza atávica.

La amalgama de sus composiciones tridimensionales con los edificios alcanza un nivel notable de sofisticación con su proeza en bronce, articulada a modo de puertas de 4.22 por 15 metros, El bosque transformado que flanquea y resuelve, en más de un sentido, la fachada del Centro Cultural Elena Garro (2012; barrio La Concepción, Coyoacán, DF; proyecto de Fernanda Canales, capricho arquitectónico que engulle una magnífica quinta porfiriana con todo y su loggia o stoa, στοά). El tránsito de la naturaleza al contexto urbano queda cifrado en cómo los árboles, talados, se tornan materia prima, madera, armada en cajones para el colado de concreto, cimbra, y reciclada para operar en muros fundidos, que son accesos camuflados. Frondas desolladas, hermosos avisos de la destrucción y la codicia.

Para la artista en versión de demiurgo (Δημιουργός: “el que trabaja para el público”), principio ordenador de los elementos preexistentes, la naturaleza no es objeto de representación, sino de creación desde la conciencia. Glosa la experiencia sensible de la percepción, desde una mirada reflexiva donadora de sentido, que hace del sujeto creador alguien capaz de ordenar la materia informe y el caos. En esta dirección sobresale el monolito La piedra (1991; Cumbel, Suiza), triunfante en el concurso por los 700 años de fundación de la Confederación Helvética[5], que en un macizo marmóreo (220 x 60 x 110 cm) registra una ruta en plano o mapa, homenaje a esos prolegómenos de la caligrafía llamados runas, como las empleadas en la Piedra de Rök (Suecia). Este luminoso menhir fuera de época, extraviado de su tiempo megalítico, anclado a pie de carretera, se encuentra a sus anchas en estos densos pinares jaspeados de muestras de edelweiss (flor de las nieves), adecuándose al paisaje montañoso con pureza y lisura.

Semejante obra guarda nexo con las columnas o tótems, de barro cocido, que disfrutan de alma estructural, y que rinden tributo a nuestras estelas mesoamericanas, funcionales como marcadores y signos. Al paso de décadas estas formas vivas-seres difuntos se yerguen en auténticas legiones migrantes, atrapadas en una feliz diáspora, entes diseminados en una miscelánea de naciones sembradas en continentes varios. Desde escenarios jardinados como la Casa Tecorrales en Valle de Bravo hasta un hotel en Santa Fé, pasando por el Museo De Young en San Francisco, el Parque La Pólvora en Villahermosa, Tabasco; y en estancias temporales en recintos de África y el Medio Oriente. Avanza y brilla, para nuestra fortuna, el ejército plástico de Paloma Torres. Esas cimbras para el alma…

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Citas

[1] «Dans les tourments de l’intellect, il y a une tenue qu’on chercherait vainement dans ceux du coeur. Le scepticisme est l’élégance de l’anxiété». E. M. Cioran: Syllogismes de l’amertume (1952), Editions Gallimard, París, 1987, 160pp.

[2] Nació en la ciudad de México en 1960. Cursó la Licenciatura en Artes Visuales en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, y en la Academia de San Carlos de la UNAM la Maestría en Grabado en Color. Asistió al curso de Huecograbado en color, en el Atelier 17 de S. W. Hayter, en París, así como al taller de grabado profesional con el maestro Carlos García Estrada y, en el 2013, Técnicas de impresión en cerámica con la artista argentina Graciela Olio. Llevó un curso de Teoría del Arte con el Maestro Luis Rius Caso. Ha efectuado varias residencias artísticas en México y el extranjero, entre otras destacan: en el Taller de Afelpado en el Centro de las Artes en San Agustín Etla, Oaxaca, México (2013 y 2014), en la Universidad Visva Bharati, Shantiniketan, Bengala, Calcuta (2012), con el maestro René Derouin, en Val-David, Canadá, en la Ciudad Internacional de las Artes, París, Francia (2000), y en el Museo de Arte de Cerámica Mexicana (Fuping, Shaanxi). Además de sus exposiciones colectivas, ha participado en más de cien exhibiciones Individuales, tanto en México como en el extranjero, siendo las más relevantes las realizadas en el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México, en el Museo de Arte Carrillo Gil, en el Palacio de Bellas Artes, en el Museo Amparo de Puebla, en el Museo de Arte de Zapopan y en el Museo Federico Silva, en San Luis Potosí. Actualmente es tutora en el programa “Jóvenes Creadores” del FONCA, así como jurado de diversos certámenes nacionales. Fue profesora en la Universidad Iberoamericana, y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, y ha impartido cursos en otras instituciones académicas del país, ámbito en el que también ha participado como conferencista. Entre las distinciones que se le han conferido, destaca la realización de la Escultura Conmemorativa por los Setecientos años de la Confederación Helvética, en la ciudad de Cumbel, Suiza, así como las intervenciones artísticas para el Centro Cultural Elena Garro y la realización de la Celosía exterior del Museo de Sitio de Tlatelolco, en la Ciudad de México, además de menciones honoríficas en la IV Bienal de Cerámica, en Corea, y en la Trienal de Escultura, en México. En el 2012, recibe la invitación para participar en el Simposio Mujeres en El Colegio Nacional en México. Su obra forma parte diversas colecciones públicas y particulares como son las del Museo de Young de San Francisco, California, el Museo de Arte de Cerámica Mexicana, Fuping, Shaanxi (China), la Fundación Daniela Chappard, Caracas, Venezuela, el Museo de Arte Moderno, ciudad de México, el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, Zacatecas, entre otros. En 2015 participó en el año dual en Inglaterra con la pieza pública Construyendo la lluvia, en Canary, Wharf, Londres, Inglaterra. Actualmente, su exposición Urban Weavings se exhibe en el Katara Center de Doha, Qatar.

[3] Obra participante en la colectiva Escultura Mexicana Contemporánea, montada en espacios públicos de la capital de la Gran Bretaña, que incorporó además a Yvonne Domenge, Rivelino y Jorge Yázpik. Iniciativa organizada por la asociación Art4. Esta colectiva en piedra, bronce y resina, también participará en el Año dual México-Alemania 2016.

[4] Martínez, de apellido materno (1924-2008). Cumbre del racionalismo en México, quien solió hacer mancuerna con Héctor Velázquez Moreno. Se trata del intérprete más serio de Mies van der Rohe y Walter Gropius en nuestro país, que generase un estilo propio, brillante e inconfundible; referenciado también con los mejores proyectistas de México: José Villagrán, Mario Pani, Enrique del Moral y Augusto H. Álvarez. Muy joven participó en el desarrollo de la Ciudad Universitaria, siendo el proyectista en jefe (1950) de la Escuela de Medicina, ahora Facultad, engalanada con el mural de Francisco Eppens Helguera, integrada por tres cuerpos geométricos articulados por conectores para formar el conjunto, que parte de una planta baja porticada, el uso de rampas en plantas libres, la columnata y las losas planas como solución estructural, agregándose el recurso de parasoles en fachada, y que guarda una resonancia con la Bauhaus (en alemán “casa de construcción”) de Dessau (Gropius, 1925). Entre las obras en colaboración con otros arquitectos destacan aquellas cuyos proyectos se deben a su autoría: Pasaje Jacarandas (1959), Zona Rosa, Colonia Juárez, DF; Conjunto Habitacional San Juan de Aragón (1964); edificios de departamentos Marsella 79, colonia Juárez, y Nazas 143, colonia Cuauhtémoc, DF; Villa Olímpica (1968), Torre de la Lotería Nacional (1971), colonia Centro, DF; Museo de Historia Natural (1986), Laguna de las Ilusiones, Villahermosa, Tabasco; o Casa Sergio Hernández (1993), Oaxaca, Oaxaca; entre muchas más. Fue profesor de la Facultad de Arquitectura de la UNAM desde 1952 y su director en el período 1965-1973.

[5] A principios de agosto de 1291 tres cantones del bosque (Uri, Schwyz y Unterwalden) pactan un Bundesbrief o Pacto Federal, afín de salvaguardar la paz en las rutas comerciales de la montaña. Poco a poco, esta alianza inicial incorporaría también a comunidades urbanas como Lucerna, Zürich y Berna, en el ámbito del Sacro Imperio Romano Germánico. Se trata de una convención política o mito fundacional.

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