Obra
El bosque de las columnas
Museo Kaluz
Museo Kaluz
El bosque de las columnas
Paloma Torres
¿De dónde viene la columna, será de los troncos de los árboles o de nuestra columna vertebral? Sea como sea, la columna a lo largo de la historia ha cumplido varias funciones, desde manternos erectos, sostener el follaje de los árboles o conmemorar las hazañas de los héroes y las historias de las sociedades.
Por eso para mí la columna es la fuente principal de inspiración, siendo hija de un arquitecto, la entendía como el sostén principal de mi espacio privado, pero también como memoria y evocación de estar en lo que sobrevive del templo de las Mil Columnas que estuviera articulado con el templo de los Guerreros en Chichén Itzá o su presencia en la sala Hipóstila de Karnak.
Estos reductos donde dichas pilastras-obeliscos-estelas se repiten casi hasta el infinito me hicieron percatarme de su portentosa anatomía, creando nuevos espacios, haciendo que nuestros recorridos se tornen verticales, ya que mirar al cielo es la única manera de poderla abarcar con la mirada. La oportunidad de transitar en estos ámbitos poblados de elementos enhiestos ha sido una de las experiencias más importantes de mi vida.
Mis columnas y tótems, que también podrían ser obeliscos, son más bien instalaciones para ser recorridas. Siempre he deseado que el espectador disfrute la experiencia que yo tuve. Pero también me dí cuenta que la forma de mirar un espacio al caminar es completamente personal, y esto lo hace todavía una experiencia más íntima.
En 1981 comencé a estudia cerámica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas con Gerda Gruber (1940). Descubrï que el barro sería el material que me permitiría construir mis esculturas, ya que trabajar directamente las obras me daba la oportunidad de utilizar mis manos como herramienta principal de fábrica. De tal modo que mantuviese el control total sobre la pieza, admitiendo gozosamente que sólo que el fuego tiene la última palabra.
En esta instalación he considerado montar columnas de cerámica, piedra , madera y metal, para que el público las transite y tenga la experiencia de caminar en este espacio estético, dejándose envolver por la sensación de semejante compañía de estructuras en la postulación de una atmósfera, justo, renovada y desconocida.
Al caminar de una forma consciente entre el paisaje escultórico, nos percatamos en carne propia que el espacio es algo físico; y que nosotros somos parte de este contexto en un momento concreto : el aquí y el ahora del ser y de la existencia. Surgirá a no dudarlo un sentimiento de pertenencia, saber que el afuera coincide con el adentro.